viernes, 2 de noviembre de 2007

MI VIAJE AL CABO DE BUENA ESPERANZA

Hay muchas y buenas razones para viajar a Sudáfrica, entre ellas el irresistible encanto que produce la llamada de Africa, los grandes parques naturales, que hay varios que son increíbles, bien cuidados y protegidos del mayor depredador: "el hombre".

Recorrer las minas de diamantes y oro que tantos sueños crean.

Veranear en nuestro invierno en la zona austral, con un clima benigno sin calores extremos, con brisas marinas de suave frescor que atemperan los calores extremos.

O escuchar mil historias sobre la colonización, de los ingleses, boers, holandeses, ...
¡Pero! lo que yo quería era sentir, ver, admirar y soñar todo lo que me habían contado y había leído sobre la unión de dos grandes océanos, el Atlántico y el Indico en el punto más austral de Africa, el Cabo de Buena Esperanza. Realmente cuando llegué vi cumplidas todas mis expectativas, sentado en un montículo, me imaginaba a los portugueses en el siglo XV cruzando el cabo en aquellos barcos, que parecían cascarones.
Tuve la suerte de navegar en el barco de unos amigos dos días por estas aguas, y se puede sentir la lucha de los dos océanos al juntar sus corrientes, incluso las diferentes tonalidades de sus aguas, y ver pasar cerca los grandes barcos petroleros de 300.000 toneladas que pareces castillos flotantes

Ver como los pingüinos, leones marinos, focas se dedican en las playas o entre las rocosidades de los islotes cercanos a la costa al trabajo placentero y vital de la reproducción, poder observar al final del otoño, como las ballenas doblan el Cabo en sus viajes migratorios, y el paso de los peligrosos tiburones blancos.

A unos kilómetros siguiendo la costa esta la Ciudad del Cabo, puerto de parada y abastecimiento de miles de barcos, de todas las banderas, barcos de recreo, veleros, cruceros, mercantes, es una ciudad que por su situación hay una mezcla de razas y culturas increíble.

Yo tuve la suerte de coincidir con una fiesta local, y parecía como un carnaval: hindús, chinos, portugueses, africanos, libaneses, etc. que seos días recuerdan de donde vinieron en los montajes de sus carrozas.

Lo mismo ocurre con la gastronomía. Es muy variada y hay extraordinarios restaurantes indios, vietnamitas, chinos, japoneses, etc. que con la gran cantidad de pescados y mariscos que tienen en sus costas, hacen combinaciones exquisitas.

Tienen excelentes cervezas, y unos vinos extraordinarios al nivel del mejor vino europeo.

Bajando hacia el sur, nos encontramos con el Cabo de Agujas, que aunque no tiene tanta fama como el de Buena Esperanza es el punto más al Sur de Africa. En esos 80 kilómetros que separan los dos cabos están salpicados con varias playas, que son muy concurridas por los surfistas que vienen de las grandes ciudades del centro: Johannesburgo, Pretoria y turistas de todo el mundo. Pero se han preocupado de mantener y respetar el medio ambiente y no dañar la naturaleza. Es muy normal ver al bañista o surfista rodeado de infinidad de aves.

Son de esos viajes que te dejan huella. Me gustaría volver, animaros y visitarla.

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